Capítulo 4
En casa en su rancho, Don Reynaldo estaba tejiendo en su escritorio cuando alguien tocó la puerta. Ràpidamente puso el cono en un cajón de su escritorio.
“¡Adelante!” dijo Don Reynaldo.
José entró la oficina. El fue respirando ràpidamente.
“¿Que le pasó, José? ¿Que haces aquí?”
“Don Reynaldo, tengo terribles noticias,” dijo José.
Don Reynaldo se puso de pie. “¿Algo terrible? ¡Dime!”
“Se trata de su avestruz premio.”
“Princesa? Que le paso a Princesa?”
“Uno de los hombres vio tu enemigo Don Diego Federico Esteban corriendo del corral de Princesa.”
“¡¿Que hizo ese gusano a mi Princesa?!” dijo Don Reynaldo furiosamente.
José tuvo miedo a decir la verdad, pero era su deber. “Sospechamos que Don Diego Federico Esteban violo a Princesa.”
“¡¿Que?! ¿Como?”
“Sobre una escalera de tijera.”
Don Reynaldo no podía creer lo que oía. Buscó una razón para creer que no era verdad. “Pero nadie lo vio violando el avestruz?”
“No, señor,” dijo José, “pero había un condón en el suelo, y Princesa estaba fumando un cigarrillo.”
“¿Entonces no fue un violación, fue seducción?”
“Puede ser, Don Reynaldo, pero todavía – ”
“Todavía un acto diabólico. ¡O, mi pobre Princesa! Descendido de los avestruz royal de la reina Isabella, ella no merecía ser contaminada asi!”
“¡Claro que no!”
“¡Fue un insulto a mi honor! ¡Te lo juro que yo, Don Reynaldo, el más poderoso ranchero de avestruz en todo de Mexico, tendré mi venganza!”
“¡Seguro que si!”
“¡Jose, reúne a todo los hombres! Vamos a encontrar a Don Diego Federico Esteban en su rancho de alpaca! Y reúne a los avestruces. Y los perros y los gatos. ¡Todos vamos a esta batalla!”
“¡Si, Don Reynaldo!”
“Ahora!”
José salió ràpidamente de la oficina.
Dijo Don Reynaldo, “Si Don Diego Federico Esteban piensa que el puede ofenderme así, el va a aprender que no tengo miedo de ningun hombre!”
Ana, la mujer de Don Reynaldo, llamó de afuera de la vista. “¡Reynaldo!”
Don Reynaldo se encogió al escuchar la voz de su mujer. Él no le tenía miedo a ningún hombre, pero tenía miedo de su mujer. Despues el estaba enojado con su propia cobardía.
“Ay, Dios mío. ¿Que quiere la bruja ahora?”
Ana entró a la oficina de Don Reynaldo.
“¡Reynaldo! ¡¿Estabas con otra mujer?!”
Don Reynaldo puso sus manos sobre los hombros de Ana.
“Por supuesto que no, mi amor. Tu estas mi alma, mi corazón. Nunca va estar otra mujer en mi vida.”
Rosalita entró, visiblemente embarazada. Don Reynaldo dio un paso atrás. Ana señaló a Rosalita.
“Explícame esto, entonces,” dijo Ana.
“¿Qué haces aquí?” dijo Don Reynaldo a Rosalita.
“No respondiste a mis llamadas, ni a mis cartas. Pensé que me amabas.”
“¿Y por qué pensaste eso?”
“Porque tú me lo dejiste!”
Ana dijo, “¿No has estado con otra mujer?”
“No, mi amor. ¡Nunca!”
“¿Y que es ella?”
“Ella no es una mujer, exactamente. Es – es – hermafrodita. Ella tiene las partes de un hombre y una mujer.”
“¡No soy hermafrodita!”
“¡Si! Si quieres dinero por tu bebé, eres hermafrodita.”
Maria, la criada, entró. Detràs de Ana, Maria señaló a Rosalita con enojo, como diciendo “¿Quien es esta mujer?” Despues Maria señaló a Don Reynaldo y a su misma, como diciendo “Y que de nosotros?” Don Reynaldo se encogió de hombros. Ana vio.
“¿Qué pasa aquí?” Ana exigió.
“Nada, mi amor. Maria me preguntó si quería café, y yo estaba confundido de todo lo que está pasando aqui.”
Ana dijo a Maria, “¿Porque no hablaste?”
“No querría interrumpir, señora.”
“Estamos ocupados. Déjanos.”
“Si, señora.” Maria reverencia. Ana vio Don Reynaldo otra vez. Maria le dio una mirada enojada a Don Reynaldo, y Maria se marchó.
“Mi amor,” dijo Don Reynaldo, “te vas a reír cuando te lo explique todo. De verdad, – ”
Sonó el timbre. Una voz fuerte se escuchó.
“¡Dejame a pasar!” dijo la voz de una mujer. “¡Tengo que ver Don Reynaldo!”
Le gente en la oficina de Don Reynaldo escuchó Maria decir, “¡¿Tambien?!”
“¡¿Dónde está Don Reynaldo?!” exigió la nueva voz.
“¿Quién quiere ver mi marido?” gritó Ana.
Un momento despues, Silvia, una mujer joven y hermosa, entró la oficina.
“¡¿Quien eres?!” preguntó Ana.
Silvia miró a Ana de pies a cabeza, y despues miró Rosalita. Silvia se encogió de hombros, y caminó con orgullo al lado de Don Reynaldo. Ella lo tomó del brazo.
“Soy Silvia, la nueva mujer de Don Reynaldo. Estoy aquí para tomar mi lugar legítimo a su lado.”
“¡Vete de mi casa, puta!” gritó Ana. “¡Soy la sola mujer legítima en esta casa!”
“¡Señoras! ¡Señoras!” dijo Don Reynaldo.
“No te preocupes, mi amor,” Silvia dijo. “Voy a corregir rápidamente estos problemas.”
“¿Como puedes entrar mi casa y decir que es tuya? ¡Tonta! ¡Voy a enseñarte un lección que nunca vas a olvidar!”
“¡No hoy, vieja! ¡Tu no tienes mas importancia que las noticias de la semana pasada! ¡De mi cuerpo joven y caliente van a venir los hijos de Don Reynaldo, y van a hacer eso rancho lo mas grande y poderoso rancho de avestruz en todo del mundo! ¡Tu oportunidad ha pasado!”
Rosalita dijo, “¡Yo voy a tener el hijo de Don Reynaldo! ¡Estoy embarazada ahora mismo!”
Ana y Silvia dicen juntos, “Cállate!”
“Estas demasiado timida, ratoncita,” dijo Silvia. “Yo tengo la sangre caliente que una reina verdadera necesita.”
Ana agarró un cuchillo de cortar carne de un plato sobre una mesa. “¡Tu sangre va a calentar mi suelo, puta!”
Silvia tomó un cuchillo que fue escondido en su vestido. “¡A la muerte, vieja!”
“¡A la muerte!”
“¡Me voy! ¡Me voy!” exclamó Rosalita.
“Ay, Dios mio,” dijo Don Reynaldo.
Rosalita salió corriendo del cuarto. Ana y Silvia caminaron en círculo la una alrededor de la otra. Don Reynaldo tomó un trago de tequila.
¿En el próximo capítulo, escapará Princesa el avestruz para avisar a su amante, Don Diego Federico Esteban, de la batalla que viene? ¿Quien ganará la lucha entre las mujeres, y será la reina del rancho? Cuántas botellas de tequila beberá Don Reynaldo antes de que su hígado muera? Aprende en el próximo capítulo del Rancho del Amor y de la Muerte.
Copyright © 2016 Mark James Wooding
Imagen de portada © 2018 Samantha Rose Wooding